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Pedales
con fondo

Los 700.000km de Javier Iriberri

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Ivan Lander \ Pamplona 

Imagen cedida

Javier Iriberri ha estado toda su vida conectado con el ciclismo

Tiene 50 años y más de 700.000 km a su espalda

Ha competido en las pruebas ciclistas de resistencia más duras del mundo

Pero solo persigue un objetivo:
disfrutar

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Distancia

Iriberri heredó de su padre Jose Miguel la pasión por el ciclismo. Sus hermanos, Martín y Miguel, empezaron antes que él, y decidió meterse de lleno. Sus inicios se remontan a sus 17 años cuando dio sus primeros pasos en competiciones en el equipo juvenil del Club ciclista Villavés, pero la profesionalización no llegó. Como consecuencia pasó a ser entrenador de jóvenes deportistas del club. Pasaba los entrenamientos saliendo con los equipos de base, lo que le sirvió para mejorar la resistencia física. Así, comenzó a recuperar el hábito de ir en bicicleta.

 

El pamplonés, conocido también como Willow, tiene claro que uno no decide ser ciclista de ultrafondo de un día para otro, porque cree que es una consecución de empezar a hacer kilómetros y vencer la distancia y el tiempo sobre la bicicleta. Al principio los recorridos no llegaban a alcanzar los 100 km, pero con mucha perseverancia fue avanzando en tiempo y kilometraje.   

Notó que su constancia en los entrenamientos le permitía soportar cada vez más kilómetros encima de la bici y se presentó a la prueba más dura de España, la Quebrantahuesos.  

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Poco a poco fue aumentando la distancia. Resistía distancias de 600 km, de 900 km, 1100 km, hasta sobrepasar la frontera de las 48 horas pedaleando encima de la bicicleta. No fue fácil porque tuvo que aprender a resistir el sueño, a sostener la posición en la bici o a gestionar las comidas en movimiento. Ahí fue cuando lo tuvo claro, la bicicleta nunca iba a dejar de acompañarle porque sabía que se lo pasaba bien y disfrutaba.

 

Sus primeras pruebas internacionales fueron la París-Burdeos (640 km), la Burdeos-Madrid (770 km) y la París-Brest-París (1200km). En la penúltima, vivió una de sus peores experiencias durante su trayectoría, al sufrir un desvanecimiento en la Burdeos-Madrid después de superar los Pirineos. Iriberri no tuvo problema en parar a descansar y volver a coger ritmo. “Lo principal es que el cuerpo te permita volver a retomar la marcha, porque lo peor es llevar el físico al extremo”, considera Iriberri, algo que él no ha hecho nunca.

 

 

En 2012, sufrió la única retirada de su recorrido deportivo. Un corte digestivo en la Barcelona-Perpignan-Barcelona a 50 km de meta le impidió terminar. Siempre se ha arrepentido de no haber tenido la paciencia de parar, tomar tiempo para recuperarse y acabar.

 

Ese mismo año se presentó a la 1001 Miglia d´Italia la carrera más larga hasta ese momento y la primera de 1600 km, quedando en segunda posición tras 87 horas sobre los pedales. A partir de ahí decidió adentrarse en el mundo de las pruebas de ultrafondo más estrictas, con sus reglamentos y sus controles, y tomó conciencia de lo que era la pura competición. Corría solo y únicamente contaba con la ayuda de su equipo profesional de apoyo, Marta, Asier, Óscar, Arantxa, Xabier y Victor, los de siempre.

 

Con el 2016 llegó la Copa del Mundo de ultrafondo en Austria, una de las primeras en las que supera los 2000 km. Consiguió llegar en el noveno puesto, pero el mejor logro fue conseguir el pasaporte para participar en la Race Across America 2017. Además, esta prueba le sirvió para enfrentarse a la desorientación. En uno de los tramos finales estuvo una hora y media sin saber dónde estaba, notaba que se estaba yendo, pero Willow seguía pedaleando. 

Objetivo

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En Austria, experimentó lo importante que es la gestión del sueño en las carreras extremas. Le tuvieron que parar poco antes de llegar al final para que durmiese y comiese azúcar. Recuerda que la ayuda del equipo de apoyo fue esencial para volver a subirse al sillín y terminar la distancia que le quedaba. 

 

La experiencia le ha enseñado cuándo debe pararse a dormir para no caer. Cuando agarra el manillar y nota que hace giros extraños o que la rueda de adelante se tambalea, es señal de que el brazo ha empezado a ir por su cuenta. Aquí el control del cuerpo se ha perdido y el riesgo es muy grande. Para el ciclista los peores momentos para combatir el sueño son la salida y la puesta del sol porque es cuando el cuerpo más se desajusta. 

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He visto como algunos corredores, por quedarse dormidos, han ido recto hacia una curva y se han caído. Una de las desgracias de los entrenamientos es el acostumbrarse a pedalear y perder el esfuerzo físico. Al pedalear en intensidades bajas, cuando llevas 20 horas recorridas, te entra la fatiga y se te baja el pulso pero sigues moviendo los pedales. Para nosotros es como andar. Dejas de notar el esfuerzo y no te das cuenta de que puedes llegar a dormirte.

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De costa a costa

La falta de presupuesto en 2017 le impidió participar en la Race Across America (RAAM), pero aprovechó para conseguir el tercer puesto en el Campeonato de Europa de Eslovenia de 24h. 

 

La mejor carrera de su vida llegó en 2018 con la siguiente edición de la RAAM. Ha sido la más larga con 4950 km, la más difícil y la que más le ha costado resistir físicamente, por la complicación que tiene cruzar Estados Unidos de costa a costa, de Oceanside (California) a Annapolis (Maryland). Necesitó un año enteró para prepararse.  

 

Lo primero que hizo para superar la RAAM fue contar con un entrenador específico de larga distancia para aprender a correr de forma adecuada. También empezó a acudir al gimnasio para mejorar la posición y aguantar durante más tiempo encima de la bici, aunque su mejor descubrimiento fue incorporar un potenciómetro. Iriberri se enfrentaba a más de diez días de competición y simuló todos los escenarios que se podía encontrar durante los días de la carrera. 

 

Además, pasó tiempo estudiando junto a su equipo todos los kilómetros que iban a atravesar, así como la solución para las distintas adversidades que podían aparecer.

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Para ello, Iriberri soportó una semana entera en gran altitud para aguantar los 3400 metros de altura de las Montañas Rocosas. Asimismo, incorporaron cremas y materiales aislantes para soportar las temperaturas de más de 50 grados de los desiertos, para paliar las fuertes lluvias de los Montes Apalaches o para aguantar los vientos fríos de las largas rutas de Kansas. 

Yo corría una carrera al año, y siempre contaba con un mapa donde marcábamos la distancia a recorrer y todos los puntos de parada. Al trabajar tanto en el recorrido iba a competir con todo lo estudiado en mi cabeza. Estaba muy mentalizado y eso me ayuda a saber gestionar la carrera y a estar encima de ella en todo momento para saber lo que avanzaba y lo que me quedaba para llegar.

La metodología de la carrera era clara: 21 horas de pedaleo y 3 horas para descansar después de recorrer los 1000 primeros km del tirón. En las paradas tenía que hacer todo muy rápido, había que comer, recibir un masaje y dormir. Todo esto mientras el cronómetro avanzaba. Nada hubiese salido adelante sin su equipo de apoyo. 

 

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Antes de comenzar la carrera estaba muy nervioso. Estaba muy mentalizado pero pensaba en no fallar y en que el equipo de apoyo no fallase. Quería hacerlo lo mejor posible y pensaba en no llevar el cuerpo al límite para poder completar el recorrido. 

 

La preparación que llevaba desde España fue esencial, porque a parte de la posición todo salió de la mejor manera y es muy difícil que en competiciones tan largas todo vaya bien. Mucha gente se tuvo que retirar. Yo tuve mucha suerte de contar con mi equipo de siempre y tenerlo todo preparado. Siempre vivía las competiciones con mi familia y mi club. No quería fallarles.  

Durante la RAAM se ciñeron a hacer lo que habían planeado durante todo el año. Lo más difícil era combatir el frío y aguantar las lluvias. Durante el día se alcanzaban los 52 grados en el desierto, y por la noche la temperatura bajaba más del doble. Los cambios eran muy bruscos y notaba que el cuerpo no podía aguantar tanto. Recuerda el polvo en suspensión que había en el ambiente. Tenía que taparse los ojos e ir casi a ciegas. Igual de duro fue bajar las montañas mojado y helado de frío por culpa de las continuas lluvias.

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Dicen que es muy importante la mente, pero creo que lo más importante era estar bien entrenado. También hay que ser consciente de que durante esos días solo puedes pensar en ti y en dar lo mejor. 

 

Antes de la carrera el equipo te quita cualquier opción de duda, de retirada. Si piensas en la duda acabas dejándolo. Tienes que competir sin dudar y pensando que en caso de retirada será la carrera la que te retire por cosas que están fuera de tu control.

Tras 11 días, 3 horas y 56 minutos Javier atravesó Estados Unidos. Superados todos los peligros y adversidades de la carrera, cruzó la línea de meta en tercera posición.

 

Para Iriberri los mejores momentos de la carrera eran los últimos minutos, en los que se relajaba, se tranquilizaba y se olvidaba de todo para poder disfrutar. En total escuchó 280 canciones en bucle con sus dos MP3. Al podio no llegó del todo fresco y no lo vivió con la intensidad que ahora lo recuerda. 

Cuando subí al podio era una satisfacción muy grande, pero te lo pierdes un poco porque llevas 10 días sin parar de pedalear. No estaba del todo consciente hasta que pasó un tiempo.

Disfrutar

Tras superar la competición más dura del ciclismo de ultrafondo, Iriberri se presentó a más desafíos deportivos pero con la idea clara de que no volvería a presentarse a  la RAAM.

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Tienes que tener una combinación de ser un profesional, dentro de una vida familiar y laboral. Creo que para hacerlo especial tiene que ser una vez en la vida y en un momento, y es cuando estás con muchas ganas de involucrarte y de buscar apoyos. 

 

En una carrera tan larga y difícil, te imaginas la crudeza de cruzar el desierto o de atravesar las Rocosas de noche pero no te enfrentas de verdad hasta que lo vives. Ahora que ya lo sé me supone algo negativo que me invita al abandono. No llegas a pasarlo del todo bien. Como en el segundo día sé los desafíos tan extremos que me van a venir, diría de no volver a hacerla. Hay carreras para hacer una vez en la vida, porque se pone todo el empeño y el esfuerzo es brutal. 

Su único foco en la actualidad es disfrutar del deporte. No contempla correr ninguna prueba más porque la edad juega a la contra para mantener un nivel alto de competición. El último año que se preparó para una carrera tenía que entrenar mucho para llegar a empatar los tiempos, por lo que dejó de tener un kilometraje que alcanzar y dejó de importarle la posición en la que llegaba. Para él cada consecución de kilómetros ha sido una victoria. Recuerda la primera vez que llegó a Santiago de Compostela porque le supuso una satisfacción muy grande.

Nunca ha tenido que renunciar a nada por el ciclismo, aunque reconoce que ha reducido sus horas de sueño y de comidas. Entrena a las 5:00 de la mañana varias horas y lo retoma a la tarde tras el trabajo y el colegio de sus hijos. Siempre ha hecho una vida normal pero contando con la bicicleta. Cuando su familia y él van de vacaciones o hacen alguna escapada de fin de semana, siempre va con la bici para poder mantener el entrenamiento.

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La primera vez es especial, porque el resto ya sabes que lo vas a hacer. Lo bonito es ponerte delante de un reto y ver si eres capaz de poder llegar. La consecución de km es lo más gratificante, el superarse a uno mismo poco a poco.

El ciclismo le estabiliza en el día a día y es un gran beneficio a nivel familiar al tener una ilusión por la que luchar. Le tranquiliza y le sirve para dosificar los problemas, pero a la vez es una persona muy activa físicamente. Para él los meses en los que paraba a descansar eran cuando peor estaba de ánimo y, cuando hacía más esfuerzo, estaba más vivo y con más ganas de hacer todo. 

 

Actualmente, no para de andar en bici. Lejos de dejarlo, ha mantenido su rutina y todos los años hace el Camino de Santiago y algunos retos solidarios, pero lo que más practica es disfrutar mucho de la bicicleta.

 

Es consciente de cómo ha mejorado y de que, sin apenas esfuerzo, puede llegar a sitios que antes le eran muy difíciles. Ha hecho el Camino de Santiago siete veces sin parar y llega en unas 34 horas. Su cuerpo está acostumbrado a largas kilometradas y llega a los destinos muy bien y forzando lo mínimo posible. El  balance que realiza de su trayectoria deportiva es muy positivo.

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Entreno todos los días a la semana. Los entrenamientos son cortos pero intensos, entre una y tres horas los días de labor y los findes hace más recorrido entre 8 y 10 horas.

Ha aprendido que la constancia y el entrenamiento son vitales para obtener buenos resultados, que se pueden hacer cosas impensables con mucha dedicación y que te posibilita llegar a sitios que otros no tendrán oportunidad de llegar. Le produce mucha satisfacción personal. 

 

Ahora su hijo Miguel ha empezado a correr en categorías inferiores y está muy feliz. Le gusta pedalear con él. El ciclismo es un deporte muy bonito pero siempre que su hijo va solo a entrenar, siente la misma preocupación que sus padres tuvieron con él. Sabe que su hijo vivirá situaciones de riesgo, duras y peligrosas, pero no quiere que deje de hacerlo, al igual que él nunca dejará de practicarlo.

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Los logros en las competiciones pasan, pero lo que le queda es poder coger la bicicleta y llegar a destinos de larga distancia en pocas horas. 

 

Cuando voy de vacaciones a Peñíscola voy en bicicleta y llego muy bien. También vivo experiencias muy asombrosas cuando hago el Camino de Santiago, porque pedaleo 30 horas, cruzo el Bierzo de León, veo amanecer en Galicia y llego a Santiago. Es impresionante.  

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